lunes, 11 de septiembre de 2017

Hablando sobre Norman Granz



Hablando del Bop, de el jazz mas progresista de Stan Kenton y de otros directores de orquestas blancas, el mas moderno realizado por las grandes formaciones que habían cambiado sustancialmente su impostación después del declive del Swing, el jazz revivalista o tradicional, negro o blanco, desenterrado o embalsamado, o bien reconstruido y tocado con pasión de los pioneros, el primer ritmo y blues, todos estos generos no agotaban el abanico expresivo del jazz en los años de la inmediata posguerra.
Habia muchas otras cosas; por ejemplo estaba el jazz mas elegante y sublimado, muy en auge por aquellos días, que hacían algunos combos de pequeñas dimensiones del que el trio de Nat King Cole, gran pianista de buena estirpe y gran crooner todavía no muy popular, había sido el prototipo; también estaba el jazz difícilmente etiquetable de algún artista irreductible y aislado, aparecido desde hacia poco en la escena, como el pianista Erroll Gardner, llegado a Nueva York desde Pittsburgh hacia la terminación de la guerra, para afirmarse de inmediato estrepitosamente en los locales nocturnos de la Calle 52 por la originalidad de su estilo, caracterizado por la irregularidad del juego de las dos manos sobre el teclado y que era uno de esos músicos que paraba el tiempo, también estaba la música de los jazzmen de la generación intermedia, que se reunian en los grupos mas diversos, y luego estaba el jazz excitante, todo improvisado, que el empresario Norman Granz había comenzado a llevar por gira por los Estados Unidos desde la década de los 40, bajo el emblema que pronto se haría famoso en el mundo entero: Jazz At The Philharmonic .
Entre aquellos que no tocaban ningún instrumento, Granz fue, con toda seguridad, el personaje de mas influencia en el mundo del Jazz.
Tomando como ejemplo lo que hacia Milt Gabler en Nueva York, había comenzado a organizar jam sessions publicas cuando todavía era estudiante de la Universidad de California, y animado por el éxito, había intentado luego su primer gran golpe en Julio de 1944, presentando un concierto en el Philarmonic Auditórium de Los Angeles con algunos de los mejores solistas disponibles en el mercado en aquellos días.
Los carteles anunciaban, y no era mentira, " Jazz At The Philharmonic ", y el publico acudió muy numeroso; probablemente hubo quien se esperaba ( en la hipótesis de Granz ) asistir a algún noble experimento de fusión entre el jazz y la música clásica.
Sea como fuere, quien adquirio aquel dia su entrada se entusiasmo con lo que escucho en el gran escenario e igualmente sucedió con gran parte de los que asistieron a los numerosísimos conciertos que el empresario de Los Angeles presento desde entonces en las diferentes ciudades de los Estados Unidos y, desde 1952 en adelante, también en Europa e incluso giras por Asia.
El propósito y la filosofía de Norman Granz era simple: dar a las audiencias un jazz excitante, no
futurista pero tampoco conservador, improvisado por grandes solistas, negros y blancos, y todos compitiendo entre ellos de una manera fresca y divertida.
Cuando Granz empezó a ejercer de productor de discos se mantuvo en los mismos principios: grabo en primer lugar sus conciertos y fue el primero que publico discos de jazz en vivo, artefactos favoritos por los modernistas de todas las épocas, con las presentaciones de los músicos presentes y algunos chistes, con los aplausos y los rugidos del publico y todo lo demás.
Granz reunio durante años en los estudios de grabación a solistas y cantantes de gran fama que no tenían muchas ocasiones de tocar juntos y les dejaba con la máxima libertad de expresión.
No faltaron las criticas a la idea de Granz, esa especie de inmediatez y de vivir el momento, todo en plan espectáculo, de la música presentada con el emblema de JATP  ( en efecto, Jazz At The Philharmonic se hizo tan popular que merecio unas siglas ).
Estas criticas fueron mas duras entre cierto publico europeo donde ciertos condicionamientos culturales, hicieron difícil a muchos aceptar esa actitud de alguno de sus ídolos del Jazz, siempre dispuestos a dar el espectáculo mas que sesudos conciertos de Jazz y a no tomarse demasiado en serio a si mismos, dos actitudes debidas sobre todo al hecho de que, durante muchos años, en su país, casi nadie les había considerado artistas ni habrían aceptado exhibiciones con supuestas pretensiones de que aquello que tocaban fuerta Arte.
El paso del tiempo ha puesto toda esta historia en su sitio y los que propugnaron un jazz respetable, siempre según los parámetros de la cultura europea, es decir, representado por obras comprometidas, posiblemente escritas de principio a fin, mas que por ejecuciones desinhibidas y desenvueltas, con preferencia improvisadas, habían perdido de vista o no habían comprendido totalmente los valores mas autenticos del Jazz en los que este tipo de interpretaciones ha resistico mucho mejor que numerosas partituras llenas de ambiciones con las que se han arriesgado tantos compositores también brillantes. De todos  modos, hoy en dia perdonamos ciertos excesos del jazz y en cambio dar el justo reconocimiento a la obra sonora del famoso empresario que no se limito a alinear, sobre los mayores escenarios del mundo, a los mas grandes de esta música, y a realizar con ellos una larga serie de discos, también combatio con coraje y encarnizadamente, obteniendo algunos resultados positivos, una larga batalla contra los  prejuicios raciales de sus compatriotas.
En la época de bop, Norman Granz no olvido a sus mas significativos músicos; presento muchas veces en concierto a Charlie Parker, a Dizzy Gillespie, y a muchos otros, todos juntos grabaron un monton de discos maravillosos.
Pero Norman Granz obtuvo sus mayores éxitos con discos como el grabado durante una exhibición del JATP, en la que se interpreto una apocalíptica versión de " Perdido ", en la que los saxos tenores de Illinois Jacquet y Flip Phillips, que en esos días estaban en la banda de Woody Herman, hacían competiciones para ver quien era el favorito del publico y les hacia estremecerse en sus asientos.
En 1949, con ocasión de uno de sus conciertos del JATP en el Carnegie Hall, Norman Granz también presento a un joven pianista de 24 años que había escuchado solo hace unos días en un local nocturno en alguna ciudad de Canada y que no había dudado en contratar para esos conciertos.
Aquel pianista, un tipo gigantesco nacido en Montreal, comenzó asi, con un triunfal éxito, la mas afortunada carrera y su técnica instrumental era tan afilada como la de el mitico Art Tatum.
El gran Oscar Peterson, uno de esos músicos favoritos e insondables.

Norman Granz fue uno de los poquísimos empresarios en el mundo del Jazz que hicieron buenos negocios a partir de aquel año, justamente en 1949 ya se empezaron a notar los primeros efectos de una crisis que induciría a los mas conocidos y reputados directores de Norteamérica a disolver, una detrás de otra, sus grandes orquestas, que salvo pocas excepciones, no volverían nunca mas.

El espíritu de Norman Granz, su filosofía cultural, sigue viva en algunos de nosotros.
El  jazz es una música para unir a la gente y no importa el color o la raza, y como si se tratara de una verdadera democracia, solo importa que siga viva, creciendo, mutando, pero muy viva.


Un articulo de La Vieja Ola Jazz