viernes, 7 de agosto de 2015

Capítulo 30

Son las 4:00 A.M. del 1º. de Enero de 2010, ese reloj con forma de single de la Motown que cuelga de la pared me lo acaba de indicar al ritmo de “Shop Around”. Adoro ese reloj, una buena amiga me lo regaló hace tiempo.

Acaba de empezar la segunda década del primer milenio y yo sigo aquí, escuchando a Marvin Gaye (el What's Going On, para mayor información) y leyendo un libro viejo, un libro de páginas amarillas. Acaba de pasar una década... ¡una década!... ¿te das cuenta?

La verdad es que me la trae muy floja Obama, el Bicentenario, la influenza y el mundial en Sudáfrica; me la trae aún más floja las listas de los mejores discos de la década de la revista Rolling Stone pues -y lo digo con regocijo- hace exactamente diez años o un poco más que dejé de consumir esa basura.

(Aquí es cuando hacen entrada las palabra una y década, escoltadas por signos de admiración). Diez años viviendo en un underground de mediodía, diez años recorriendo estas vías.

Todo comenzó con una cinta TDK con grabaciones de Ska Argentino y adaptaciones nacionales, luego llegaron The Specials y luego The Skatalites y entonces una bomba estalló y aquel chico no fue más el mismo. Tenía trece (qué ternura) y con mi camisa de estampado azul a cuadros y mi gorra de béisbol buscaba y rebuscaba las cintas de mis grupos favoritos: Fabulosos Cadillacs, Madness y la agrupación valuarte del Ska mexicano, El Inspector (que vía crucis fue localizar aquella grabación en vivo).

Al año siguiente cambié la gorra de béisbol por un sombrero de paño y seguí usando mi preciosa camisa a cuadros; el sombrero y los tirantes ya me distinguían de entre los otros adolescentes, a mí y a otra decena de inadaptados con sombrero y tirantes. Leíamos hojas en fotocopias y escuchábamos música cada vez más distante geográficamente y cronológicamente hablando, fueron buenos años mezclando licores fuertes y baratos con viejas canciones. Perdiendo y ganando peleas. Fumando carrujos para viajar al interior de aquellas fotos en alto contraste y saludar a Prince Buster en persona.

Fueron los mejores años, llenos de listas de discos para hacer intercambios, con hojas informativas y fanzines por todos lados. Con batallas a lado y en contra de nuestros inseparables compañeros, los Skinheads originales. Rudeboys bailando contra el racismo. Madrugadas hablando de mundos distantes, madrugadas repletas de Ska. Litros y litros de cerveza. No hagan ruido, los chicos rudos están bailando.

¿Y luego?... bueno, luego el Reggae nos inundó y los tirantes siguieron erguidos pero los sombreros dieron paso a muchas cabezas rapadas. ¡Ah! y para colmo circuló entre los amigos un VHS que seguro se arruinó de tantas proyecciones. La historia iba de un chico con chaqueta verde y sus amigos que iban en motos escuchando una música extraña. Un buen argumento cinematográfico ¿no?... me sonaba de algo.

La cosa es que me afectó tanto que hice lo imposible por procurarme una chaqueta verde como esas y un día paseando por el mercado me encontré un viejo disco de vinilo con aquellos muchachos en portada y una semana después regresé por él. Mi viejo seguía molestando por comprar aquellas antigüedades si ni siquiera teníamos tocadiscos en casa pero a mí me importaba un pepino, me divertía viendo la portada y sacando el disco de su funda. Creo que recuerdo hasta los créditos de las canciones y cada detalle de la foto con el viejo Brighton Pier al fondo. En ese pedazo de carton de 13 X 13 pulgadas, leí algo que cambió mi vida: "Mod es un aforismo para vida limpia a pesar de las circunstancias". - Peter Meaden.

¿Qué diablos es un aforismo?... ¡A quien le importa!... "vida limpia a pesar de las circunstancias", hombre, eso sí lo entiendo y lo entiendo muy bien. Sócrates, Platón y Aristóteles pueden ir al diablo; Pete Meaden es el más grande filósofo de nuestros tiempos, sentencias como ésta no salen de cualquier boca.

Mi vida cambió. Mi vida cambió, te lo juro. Aquellas palabras desmembraron mi mente, aquellos trajes a medida me impactaron y la luz de aquellos faros cromados me cegó. Volví a nacer a los dieciseis.

Reparé un viejo tocadiscos y la aguja recorrió esos quadrophénicos surcos muchas veces, luego llegaron los primeros discos de The Animals, The Yardbirds y los compilados de Motown, además ya tenía mi propia chaqueta verde.

Las gracias a la red de redes deben ir por esta parte del relato, que si bien las enormes caminatas buscando material auditivo siempre eran fructíferas, fueron necesarias varias horas frente al monitor para hacerse de aquellos discos imposibles. Gracias a ese invento de hombre blanco que llegó con sumo retraso a mi hogar, pues fue como el mejor invento del hombre negro comenzó a invadirme.

Por aquel entonces ya había DJ’s muy improvisados y comenzaban a organizarse las primeras sesiones de música en el centro de la ciudad, Chema Skandal y sus box sets de Trojan Records hacían la delicia de todos. Así fueron esos días, con CD’s y algún LP rescatado de la basura, con un punto verde bailando entre cabezas rapadas y chicos bicromáticos.

Inevitablemente y aun rodeado de los amigos de toda la vida, me veía solo y rebasado, así que no habiendo más opciones para mí, me las saqué de la manga. Escribí mi propio fanzine y comencé a organizar mis propias fiestas. (Que te cuente el que lo ha vivido abajo, que yo entre la organización y demás no recuerdo mucho. Eso sí, siempre gente bonita y la mejor música del momento). Acción, esa es la palabra. No lo olvides. Ya casi era mayor de edad cuando lo comprendí.

No pretendo irme año con año, llevo cinco y siento que me han faltado tantas y tantas cosas, como las primeras salidas a otras ciudades para escuchar música toda la noche y conocer nuevos amigos. Como aquella vez que conocí a los Skatalites, como el día que encontré al amor de mi vida bailando el "Hot Shot" de Dermott Lynch.

Me saltaré unos años por conveniencia, pero quizás se los contaré en otra ocasión; de cualquier modo haré remembranza de algunos sucesos apabullantes, por ejemplo la inolvidable primera edición del Chewing Gum Weekend, primer Mod/Sixties Weekender de México, organizado por un grupo locos; de la primera sesión de Northern Soul pinchada en México por un auténtico Soulie from Manchester (aunque este acontecimiento va en el apartado anterior), mi primera visita a la mítica ciudad de Tijuana, cuna del escena Mod mexicana (este ya mereció una buena crónica que se incluye en esta maravillosa web), mi primer paseo en Vespa, la noche mágica en el noveno piso bailando hasta el amanecer... ¡wow! creo que no voy a terminar.

De entre todos los recuerdos de esta década me quedo con dos para finalizar este cuento.

El primero es sobre este joven Mod recibiendo un paquete de libros y fanzines; al leer uno de los libros –que durante días pareció estar adherido a mis manos- me miré reflejado en aquellas páginas, cada palabra era un reflejo de mi andar. Un madrileño en los ochenta hablando de muchachos ingleses de los años sesenta estaba describiendo la forma de andar de un joven mexicano en pleno siglo XXI. Vaya locura pero así fue, ese día me reafirmé y grité con más orgullo: ¡Soy un Mod!

Luego entonces, después de abrir los ojos y conocer parte de los hechos comencé mi cruzada en pro de "las buenas costumbres": elegancia extrema y la mejor música del mundo, el R&B y sus vertientes. (Solo para argumentar mi militancia cuasi talibán a partir de entonces comento que la idea es ser consciente del origen, de la raíz del todo y con esas bases, que cada quien agarre su rama. El respeto ante todo).

Bien después de este repaso breve a otro puñado de hojas y palabras que trastornaron mi existencia, va el recuerdo final de esta década.

Nos encontramos al mismo Mod, otrora chico con gorra de béisbol, otrora Rudeboy skatalítico; con unos años más encima, con algunos kilos demás y un bonito corte de cabello caminando por las calles de Kensington, viene de una noche de R&B y Ska en Wardour St. Camina feliz tarareando las canciones que le acompañaron en su adolescencia y juventud, por la mañana irá en busca del callejón de Quadrophenia en Brighton, hace años que no desempolva esa vieja película pero es inevitable, uno no cruza el Atlántico a diario.

Han pasado diez años desde que soñaba con caminar por esas calles, desde los primeros fanzines. Han sido diez años, un largo aprendizaje. Una cruzada que apenas comienza.

Inevitable disfrutar del aire del Atlántico norte golpeando su rostro pero como México no hay dos y Londres ya no es lo que era. Ahora muere de ganas de regresar y contar a sus amigos qué pasa por este lado del mundo. De fraguar una nueva explosión y dar la bienvenida a una nueva era...

Moisés Underground