En el tocadiscos suena Harmonica de Graham Bond Organization y me digo, tengo que pintar, miro las paredes de la habitación y allí está, un cuadro que pinté hace años, tiene mucho parecido con las obras de Kandinsky, claro, es uno de mis artistas preferidos; el cuadro destaca sobre el fondo amarillo de la pared.
Le doy un trago al whisky y el líquido me quema la garganta, pero me hace ver los cuadros con otro sentimiento, mientras oigo a lo lejos algo parecido al Hound Dog, sí, son los Duffy's Nucleus y me digo, tengo que pintar.
Miro a la pared y me llama la atención una lámina, no logro enfocarla, debe ser el efecto del alcohol, llevo varios días sin comer y mi único alimento ha sido el dorado líquido; miro de nuevo y ahí está, es una lámina de un cuadro de Pollock: él fue alcohólico pero un gran artista.
Junior Wells escupe el I just want to make love to you y aprovecho para llenar mi sucio vaso y encenderme otro cigarrillo, miro por la ventana y allí sigue esa gente de aquí para allá, moviendo los labios sin decir nada; la vieja lámina de Rothko que está clavada detrás de la puerta me habla, con sus rojos, sus naranjas, ese pardo donde uno se podría quedar dormido eternamente; y me digo, tengo que pintar.
Ahora me dejo llevar por la música, están sonado Muddy Waters, Howlin' Wolf y Sonny Boy Williamson y yo estoy dándole vueltas en mi cabeza a un cuadro que aún no he empezado, azul celeste, azul cobalto, un poco de ocre y la brocha se desliza por el lienzo dejando el color como suspendido en el espacio y pienso en Hartung, Wols, Frankenthaler, Hofmann, ¡Ah! y en Miró con sus tres "azules", mojo en blanco y azul, el celeste que aparece ante mí, me deslumbra, vuelvo a mezclar colores mientras suena B.B. King, amarillo, un poco de blanco y azul; azul aquí y allá, esa línea roja que recorre el cuadro es increíble, un poco de color más y me digo: ¡vaya si estoy pintando!
Antonio Cabrera